La locura azulcrema se apoderó de la Ciudad de México. Con banderas, tambores y cánticos que retumbaron en cada rincón del aeropuerto, cientos de aficionados americanistas convirtieron la llegada de Allan Saint–Maximin en una auténtica fiesta, aunque llena de caos y desorden. El fichaje bomba del Apertura 2025 aterrizó en medio de un recibimiento propio de una estrella mundial, llamado a encender la ilusión de un equipo que sueña con recuperar su mística ganadora en medio de meses llenos de total incertidumbre y baja efectividad.

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Allan Saint-Maximin aterriza en la CDMX y ocasiona caos en el AICM

La aparición de Saint-Maximin desató un caos absoluto en el aeropuerto. En un trayecto de apenas 100 metros, el francés fue escoltado por el grupo de animación azulcrema en lo que se suponía sería un pasillo de bienvenida, pero que pronto se transformó en una marea humana entre empujones, golpes aislados y un ambiente sofocante. El rostro del atacante reflejó una mezcla de sorpresa, asombro y hasta miedo, ante la pasión, y el desorden, que provocó su llegada. “Feliz de estar en México, gracias afición por este recibimiento”, dijo antes del desastre.

Fueron decenas de camisetas amarillas, banderas y cánticos los que acompañaron su primera imagen en territorio mexicano. Cerca de 300 aficionados recibieron a la nueva esperanza en el ataque, que desde su llegada fue arropada como un ídolo. Desde el balcón improvisado que formaban las columnas del aeropuerto y desde el acceso por la puerta 7, los cánticos retumbaron “Olé, olé, olé… francés, francés“. El americanismo se rindió al atacante, incluso antes de que pisara el estadio Ciudad de los Deportes. Niños sobre los hombros de sus padres, banderas ondeando y teléfonos al aire capturaron cada instante de un recibimiento que parecía más el de una estrella consagrada que el de un fichaje recién llegado.

La afición de América recibe a Saint-Maximin con una fiesta

La Monumental se hizo presente, y creó un ambiente de algarabía. Incluso elementos de seguridad y pasajeros ajenos a la cita se sumaron al festín, en una escena pocas veces vista para recibir a un refuerzo extranjero. Sin embargo, la impaciencia comenzó a apoderarse del recinto aeroportuario. Después de más de una hora y media de espera, los aficionados azulcremas, que al principio mantenían un ambiente festivo, empezaron a perder fuerza. En varios momentos optaron por guardar silencio y hasta detuvieron los cánticos que habían marcado la tarde. Los silbidos y gritos rompieron la calma, reflejo de la ansiedad de un americanismo que solo quería ver aparecer a su nuevo ídolo para transformar la espera en celebración.

Ahora, con la presentación y los exámenes médicos en puerta, Saint–Maximin tendrá la oportunidad de transformar esa euforia inicial en resultados dentro de la cancha, donde el americanismo espera que su talento marque la diferencia.

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