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Ida y vuelta. José Ángel Rueda
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Yael Rueda

23, julio 2025 - 6:00

Mundo al revés

Nunca me han gustado del todo los inviernos y los veranos. La frase es peligrosa porque corro el riesgo de que parezca que no me gusta nada, pero si explico que su connotación es futbolística, y más concretamente que se refiere al futbol mexicano, y que de niño, y también de adulto, casi contra mi voluntad, le voy al Necaxa, la cosa puede cambiar.

Los inviernos y los veranos en el futbol mexicano suelen ser las fechas en las que se hacen los fichajes. En todo el mundo sucede lo mismo, más en los meses de julio y agosto que de diciembre y enero, pero lo que pasa acá es mucho más marcado. El sistema de competencia, con sus torneos cortos, hace que cada seis meses parezca un borrón y cuenta nueva. Todo vuelve a empezar.

Para los grandes equipos, dichos meses presentan una ilusión particular. La temporada anterior supone solo un parámetro para saber qué tanto debe reforzarse. Los aficionados esperan esas fechas con la esperanza de que lleguen los grandes futbolistas a corregir los rumbos errantes.

La proyección a futuro permite que todo se vea con nuevos bríos; la realidad es apenas algo que llegará después, pero ya habrá tiempo para afrontarla y remediarla. Las presentaciones de los futbolistas convocan multitudes y las nuevas playeras se venden como pan recién horneado.

La cosa cambia para los equipos de menor presupuesto, o para aquellos que suelen esperar estas fechas para hacer negocios espectaculares que permitan mantener en verde sus estados financieros.

Para los aficionados de estos equipos, el mundo funciona de manera contraria, porque la ilusión solo corre en los meses en los que nada puede alterar el rumbo de las cosas. Las buenas temporadas suponen una condena, porque eso solo significa que los mejores futbolistas estarán en el mercado y se irán de forma irremediable.

El mundo al revés supone un panorama desolador para el hincha del equipo menos favorecido, porque mientras otros equipos se refuerzan, el suyo se debilita. Los nombres en las playeras, lejos de ser nuevos, se acumulan como meros recuerdos de tiempos que ya no son.

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