Cuando creíamos que ya habíamos visto de todo en el futbol mexicano el destino nos tenía preparada una (desagradable) sorpresa. Resulta que, cuando se anunciaron las designaciones para la jornada 17 aparecía como silbante para el partido Tigres vs Pumas Daniel Quintero; sin embargo, 24 horas antes de que se disputara el duelo, sorpresivamente el colegiado que dirigiría las acciones fue sustituido y anunciaron a nuestro mundialista César Arturo Ramos para ser el juez central de dicho encuentro.

Aparentemente y así lo confirman mis fuentes, todo se trató de un “caprichito” del director técnico de Pumas, debido a que, durante la jornada 14, en el partido Cruz Azul vs. Pumas el colegiado Daniel Quintero lo había expulsado, por lo que la directiva de la UNAM “refutó” la designación y la H. Comisión de Árbitros se lo concedió, lo que no me parece un asunto menor.

Para acabarla de amolar y ya entrados en gastos, el timonel universitario “exigió” que fuera César Ramos el silbante sustituto; es decir, le volvieron a cumplir un segundo “caprichito”. Lo peor, fue que nuestro mundialista (Ramos Palazuelos) le había pitado cuatro días antes a Tigres (vs. Pachuca) presentándose una acción sin precedentes violatoria del protocolo de designaciones arbitrales.

Esto toma matices dramáticos cuando se habla de la excelente relación personal que mantienen el mandamás de los hombres de negro y el alto mando universitario.
Abrieron una Caja de Pandora que será ya imposible de cerrar. Muchas veces se “sospechó” de que los equipos podían vetar árbitros (en lo oscurito); pero, ahora ¡Fuera máscaras!, se ha sentado un gravísimo precedente con el que cualquier equipo, no solamente tendrá la potestad de refutar a un colegiado; sino, de solicitar quién quiere que les arbitre cada partido.

¿Qué sigue? Digo, si ya quedó establecido que un club puede “doblarle las manitas” a los designadores ¿Qué otras cosas les podrá solicitar (por no decir exigir)?
Es probable que la designación de Daniel Quintero no haya sido afortunada; toda vez que, ya les había pitado tres veces durante el torneo a los Pumas (incluido el duelo ante Cruz Azul); sin embargo, al intentar corregirla, salió peor el remedio que la enfermedad.

Ya sospechábamos que Juan Manuel Herrero llegaría al arbitraje para proteger, incondicionalmente, los intereses de los clubes, incluso sometiendo a los silbantes si fuera necesario, desafortunadamente, nuestros temores resultaron ciertos.

Terminaron de un plumazo con la poca credibilidad que les quedaba… abdicaron a ser los garantes de la moral del juego.