Eduardo Brizio
20, diciembre 2024 - 4:21
Cuentan que había una familia normal, con las alegrías y apuros de todas. Un feliz matrimonio que contaba ya con dos hijos. Aunque, siempre las comparaciones son odiosas, los progenitores de ambos chamacos se habían percatado de que uno de ellos era demasiado pesimista en su accionar; mientras que el otro, derramaba optimismo por doquier.
Así, un mes de diciembre, durante las fechas navideñas, el día 25 para ser más precisos, mamá y papá decidieron poner a prueba a sus descendientes a manera de darles una lección de vida. De modo que, Santa Claus (también podría aplicar para los Reyes Magos un 6 de enero) pusieron al pie del árbol de navidad (o en el nacimiento o junto a los zapatos de cada uno, como ustedes lo prefieran o acostumbren) los regalos apropiados.
Temprano por la mañana, los vástagos se pudieron percatar de que: al hijo que se caracterizaba por ser pesimista, le “trajeron” una bicicleta; mientras que, a su hermano (el optimista) le dejaron un saco de estiércol.
Cuando, por fin, los padres se presentaron ante ellos les preguntaron ¿Qué les trajeron? El pesimista tomó la palabra y con tono lastimero expresó: “me trajeron una bicicleta”. ¡Qué padre!, exclamó su mamá. Pero “no sé andar en bici”, afirmó tajante. Al tiempo que su papá le decía ¡Yo te enseño! … “Me voy a caer” … “¿Y si me la roban” ?, continuaban sus negativos comentarios.
Por fin, al igual que lo habían hecho con su hermano, ahora al optimista le preguntaron: y a ti ¿Qué te trajeron? Entusiasmado y sin dudarlo contestó “Me trajeron un pony” … “Pero, no lo encuentro” sentenció.
Me parece, estimados lectores, que hoy hace un buen día para traer a cuento esta bella “fábula”, para recordarnos que debemos agradecer y valorar los dones recibidos, empezando por la vida misma.
No dejar pasar la dicha de apreciar los regalos que nos obsequiaron, sin renegar de ellos (la bicicleta), como bien podría ser; el pan en la mesa, el amor, un trabajo estable, una familia unida, el estar sanos, una puesta de sol, el futbol y el recuerdo perene que vive en nuestros corazones por los que se nos adelantaron y allá nos esperan.
Y tomar en cuenta que, por más obstáculos que nos ponga el destino, tenemos la capacidad de ser los arquitectos de nuestro futuro. Que la felicidad no es un lugar a donde se llega; sino, una forma de vivir.
Eduardo Brizio
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