Eduardo Brizio
6, septiembre 2024 - 6:00
El pasado martes 3 de septiembre se efectuó con bombo y platillo, en León, Guanajuato, la duodécima investidura del Salón de la Fama del Futbol, siendo la primera vez que se lleva a cabo fuera del Estado de Hidalgo. Vaya pues una felicitación para mi amigo Antonio Moreno, director ejecutivo del proyecto.
Mediante una democrática votación, líderes de opinión del balompié seleccionan a los “ungidos”, que año con año se suman a la selecta lista de investidos. Sin embargo, llama poderosamente mi atención que no se tomen en cuenta a los silbantes para distinguirlos con su incorporación al recinto.
Me explico: solamente los futbolistas y los árbitros tienen el privilegio de pisar la cancha en un partido. Los colegiados son los garantes de la moral del juego y con sus decisiones avalan el resultado de un partido, otorgándole legitimidad.
En otras disciplinas, como en el beisbol de las grandes ligas o la NFL, los umpires y los referees son tomados en cuenta para ingresar al Salón de la Fama. Incluso en la NBA, la NHL y hasta en el boxeo sucede lo mismo ¿Por qué no ocurre así con nuestro querido deporte?
Y no crean que “estoy tratando de jalar agua para mi molino”. Estoy perfectamente consciente de que mis posibilidades y méritos para ser tomado en cuenta serían nulos, pero hay muchos hombres de negro que han puesto en alto el nombre de México, pisando terrenos que ni en sueños lo ha hecho el futbol nacional.
Así tenemos por ejemplo al general Mario Rubio Vázquez, quien fue considerado el mejor juez de la Copa del Mundo, España 82. Hasta donde yo recuerdo, jamás el equipo tricolor ha sido considerado como el mejor, mucho menos un jugador mexicano.
El doctor Edgardo Codesal Méndez, aunque uruguayo de nacimiento, pitó representando al futbol mexicano, nada más y nada menos que la final del Mundial Italia 90, disputada entre Alemania y Argentina.
Armando Archundia Téllez posee el histórico récord de haber dirigido 8 partidos de Copa del Mundo en dos mundiales distintos, sin mencionar que arbitró 14 finales en la liga mexicana. Y por supuesto mi hermano Arturo Brizio Carter, considerado por propios y extraños como el mejor árbitro en la historia del futbol mexicano, quien actuó en dos Mundiales.
De Felipe Ramos Rizo, baste mencionar que “pitó” la final de los Juegos Olímpicos, Sidney 2000. ¿No creen ustedes, estimados lectores de El Diario de los Deportistas, que tienen todos los merecimientos?… el tambor también es tropa.
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