Quizá, una de las características más acendradas en los seres humanos es que “no saben lo ingrata que es la lengua cuando se atreve a prometer y a asegurar”. Esto viene a cuento por el pésimo manejo que le han dado, las autoridades (in) competentes de la FMF a la Selección Nacional.

Desde que terminó la Copa del Mundo Qatar 2022 en la que México fue eliminado en la fase de grupos bajo la batuta del Tata Martino, de infaustos recuerdos, se han venido cometiendo una serie de desatinos.

Al margen de todas las disparatadas e infortunadas decisiones tomadas que culminaron con la “decapitación” del Jimmy Lozano como timonel nacional, lo que más repruebo es que nos quieran ver la cara mintiendo de manera descarada.

¿Qué no sabrán que existen los videos en los que aparecen realizando declaraciones que a los pocos días son falseadas por los hechos?

No me extrañan del “alto comisionado” del balompié nacional Juan Carlos “La Bomba” Rodríguez quien es un mitómano profesional. Pero, viniendo de gente que admiro y respeto como Duilio Davino me parece muy lamentable.

En más de una ocasión tuvimos la pena de escuchar al todavía director de selecciones afirmar tajante que “El proceso del Jimmy iba a durar hasta el Mundial USA 26, inclusive aun después del fracaso que significó el accionar del equipo de todos en la Copa América. Y digo “todavía” porque me parece que lo más ético que podría hacer es dar un paso de costado.

Otro que procedió de manera similar fue Ivar Sisniega, presidente de la FMF, quien por supuesto que también tiene vela en el entierro. Digo, primero “prometió” que México llegaría a semifinales en el prestigiado torneo continental (Sí, Chucha) para luego ser el innovador del “cambio generacional” en la Selección, lo que obligó a Lozano a dejar fuera de la convocatoria a futbolistas de élite, sin saber que con ello ponía un pie en la tumba y el otro en una cáscara de plátano. Sin mencionar que también él ratificó a Lozano en su cargo asegurando que llegaría a la próxima Copa del Mundo.

Enaltezco a las personas que taren la verdad en su palabra y que son congruentes con lo que piensan, con lo que dicen y con lo que hacen; sin embrago, son muy pocas las poseedoras de dicha virtud a las que he tenido la dicha de conocer.

Admiro a todos aquellos y aquellas para quienes su palabra … vale más que un papel firmado.