Eduardo Brizio
6, febrero 2024 - 4:44
Dicen por ahí que: “La victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana”.
Esto viene al caso; en virtud de que, el pasado domingo se anunció con bombo y platillo que México, en su calidad de uno de los 3 países sede para la organización de la Copa del Mundo 2026, no solamente albergará 13 encuentros; sino, que contará con la dicha de que el partido inaugural se dispute en el terruño querido, sin faltar los vividores que pretenden colgarse la medalla.
Pero como dijo “Jack el destripador”: “Vamos por partes” ¿Alguno de ustedes tiene alguna duda respecto a quién manda en el balompié mexicano?, ¿Saben quién tiene el poder político y económico para traer el Mundial a México por tercera vez?
Si sus respuestas cayeron muy cerca de Avenida Chapultepec 18, me parece que son demasiado “maliciosos” ¡Necesitan ir a terapia!, je je.
El verdadero artífice, quien recorrió medio mundo, cabildeando con maestría, bajo el patrocinio de “ya saben quién”, logrando los votos necesarios para hacer el sueño realidad, no fue otro que Decio de María Serrano.
Una vez obtenida la sede, llegó el turno de Yon de Luisa, quien con el “sello de la casa” consiguió que en el reparto, a México le concedieran realizar 10 partidos. Y hasta ahí llegó su participación.
Ahora bien, originalmente se pensaba que los 48 equipos calificados se distribuirían en 16 grupos compuestos de 3 equipos cada uno. ¡Unos genios!
Sin embargo, no tardaron en percatarse de los inconvenientes que esto implicaría. Principalmente que, en el último partido, los equipos tendrían la posibilidad de “especular” con el resultado, cuestión que sería evitada jugando con 12 grupos, compuestos de cuatro equipos cada uno, para que los partidos definitorios (de cada grupo) se jugaran de manera simultánea.
Esto provocó que se aumentaran (en automático) el número de partidos a disputar, de los 80 duelos que originalmente estaban planeados a los 104 encuentros con que contará el magno evento.
Como se antojaba lógico, pues de la misma manera se incrementó el número de partidos que le habían dado a México, de 10 a 13. Así de fácil, así de sencillo. “Que no le digan, que no le cuenten”, nadie cabildeó, negoció o “hipotecó su alma al diablo” para obtener tres encuentros más.
Ahora, el alto comisionado del balompié mexicano, con su mitómana personalidad, deja entrever que fue precisamente gracias a su gestión que se obtuvo que el partido inaugural se jugara en el Azteca … quiero creerle.
Eduardo Brizio
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