28, agosto 2022 - 12:25
El color del Maratón de la Ciudad de México. | Foto: José Melton - La Prensa
“Por empezar a recuperar la felicidad”, “hasta el cielo mis primeros 42 kilómetros, papá”, “va por ustedes, familia”, “por todos los que no pudieron correr”, “solo quiero que todo mejore pronto”, “a seguir luchando contra todo”, “por ser la mejor versión de nosotros”, “recuerda porqué empezaste”.
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Las frases acumuladas en el muro blanco ubicado al exterior de la Expo Maratón anteceden la proeza. Detrás de los 42.195 kilómetros que comprenden el recorrido siempre hay una promesa, un sentido, alguien que mira detrás de la barda.
El Maratón de la Ciudad de México es una colección de imágenes. Las caras nerviosas antes de que todo inicie, las palabras de aliento. El río de gente que emprende el recorrido y que a medida de que avanza la ruta se dispersa, y cada corredor comienza la lucha contra sí mismo.
El Maratón de la Ciudad de México es un nudo en la garganta constante. Es encontrar la eternidad en quien mira al cielo en los metros finales, en quien agradece a quien ya no está. En quien sabe que nunca está solo. En quien encuentra la fuerza para sonreír al ver la meta, aunque el gesto se empeñe en endurecerse.
El Maratón de la Ciudad de México es la prueba de un último esfuerzo. Es quien levanta los brazos en señal de fuerza, es quien apura el paso en los metros finales, es quien camina para llegar a la meta. Es quien aprieta el puño, es el resoplido que llena los pulmones. Es el músculo acalambrado.
El Maratón de la Ciudad de México es compartir los momentos importantes, es sacar el celular para grabar esos últimos metros, es la videollamada con la persona que uno quiere, porque siempre será mejor ver. Es escuchar la voz que reconforta. Es el diálogo con uno mismo. Es cantar esa canción que alguien escribió para cambiarte la vida.
El Maratón de la Ciudad de México es ayudar al prójimo. Es gritarle a un desconocido que sí puede, es darle una mano a quien ya no puede, es sonreír por descubrir que no hay límites, es creer que no hay límites. Es agitar una matraca porque el ruido despierta, es aplaudir cuando alguien desfallece.
El Maratón de la Ciudad de México es apretar con fuerza un amuleto, es besar la pulsera de la suerte, es portar con fe una medallita. Es ponerte tus calcetas favoritas, los tenis que te regalaron.
El Maratón de la Ciudad de México es caminar de la mano de tus hijos en la última recta. Es empujar la carreola. Es escuchar que el sí se puede finalmente es un sí se pudo. Es portar la bandera de México.
El Maratón de la Ciudad de México es el Olímpico Universitario al amanecer. Es la Avenida más grande de América con el pavimento húmedo, es el Ángel de la Independencia brillando con un rayo de sol, es el Palacio de Bellas Artes. Son las calles del Centro Histórico. Es la plancha del Zócalo pintada de rojo. Es el Palacio Nacional como destino.
El Maratón de la Ciudad de México finalmente es eso, empezar a recuperar la felicidad, dedicarlo a la familia, al cielo, a todos los que no pudieron correr. Es el primer paso para que todo mejore, es seguir luchando contra todo, es ser la mejor versión de uno mismo, es recordar porqué se empieza.
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