POR OCTAVIO F. HUITRÓN

A 60 kilómetros de la frontera con Ucrania, donde un conflicto bélico causó más de 10 mil muertos, la ciudad de Rostov busca centrarse en el futbol.

Y su nuevo estadio, situado a las orillas del río Don, brinda la oportunidad de un nuevo comienzo, totalmente responsable y amigable con el medio ambiente.

Tras la normativa que la FIFA promulgó para reducir al mínimo el impacto medioambiental del Mundial, las autoridades rusas no sólo adoptaron la iniciativa, sino que además crearon su propia certificación para la construcción de sus estadios verdes.

El concepto del Rostov Arena cuenta con bases sustentables, ya que será el centro de un proyecto de ciudad verde, con un centro deportivo y de salud. En cuanto a su diseño, se integra al característico paisaje fluvial de la zona, pues la forma de su tejado asemeja las curvas del río, mientras que las gradas están situadas a diferentes alturas para que los aficionados también puedan disfrutar del gran paisaje urbano.

Para reducir el consumo de energía, en su construcción se utilizaron materiales ecológicos que permiten el paso de la luz natural, que también favorecen la ventilación del recinto, aunque sin descuidar la protección de los asistentes ante la lluvia o el frío. Con estas medidas, se espera reducir en un 70 por ciento la energía utilizada por las instalaciones.