8, diciembre 2024 - 6:00
Cruz Azul y América solo tienen una cosa en común, una afición 100% fiel
Cuando el partido comienza, dos de las hinchadas más pasionales del país comienzan su ritual. Por un lado, se escucha el tradicional “¡Vamos América!”, mientras que por el otro los gritos apuntalan una sentencia con el “¡Soy celeste!”. Por noventa minutos, el fervoroso acto de alentar los asemeja, pero fuera del campo, cada afición tiene una forma de ser única que retrata buena parte de su personalidad.
Hay un dicho que dice que al América o lo amas o lo odias. Para quien lo ama, por ejemplo, cualquier exceso resulta justificado, para quien lo odia, sin embargo, parece condenado a odiarlo más.
Los americanistas suelen disfrutar de esta animadversión. “Ódiame más”, recitan sin parar cuando un triunfo les concede la razón, como si el odio alimentara el ego de quien se sabe el equipo más ganador del país. El aficionado al América suele ir por la vida con un toque de soberbia que ni con la derrota mengua. Visto desde dentro supone una forma de ser, aunque desde afuera el fenómeno sea difícil de sobrellevar.
“Vivimos con el tema de América en un sentimiento muy particular, porque es propiedad de una empresa que a mucha gente le cae mal, que no la quiere. Hay una fuerte animadversión y por carácter transitivo se traslada al equipo que es de su propiedad, al equipo emblemático”, explicó el sociólogo José Miguel Candia, en entrevista con ESTO.
El “Ódiame más” se convirtió en una de las campañas más exitosas en la historia del América porque es capaz de reflejar la ideología de su equipo y todo lo que lo rodea, una poderosa maquinaria siempre a su disposición.
“Es inevitable que el manejo que ha hecho Televisa haya generado algunos rechazos y algunos odios. Ódiame, ódiame más, como diciendo ‘nos los fregamos, aunque nos odien’. Es una provocación, darle un sape al rival, como diciendo a ver tú, tontito, qué me vas a ganar. Eso ha creado una situación. Han sabido polarizar”, agregó el especialista.
La soberbia americanista contrasta con la esencia de Cruz Azul. Los aficionados celestes se caracterizan por la fidelidad a su equipo, la sonrisa que emana de una decisión que poco tiene que ver con la victoria, sino con el amor. Los cementeros suelen presumir sus colores por encima de todo. En sus palabras muchas veces hay fe, antes que razón.
“Es importantísimo eso y nos da gusto que sea así, porque si todo se asocia al tema de que porque ganas te sigo, porque ganas apoyo al equipo. Esos amores de temporada no nos agradan, al menos para los que somos pamboleros, los que somos muy futboleros. No nos gustan esas superficialidades”, explicó el sociólogo.
Los aficionados de la Máquina se miran desde afuera como a prueba de todo. No importa qué tan grande sea la condena, siempre y cuando se esté ahí cuando termine.
“El amor a la divisa deportiva es para siempre. Gane, pierda, le vaya de forma regular o no regular. Nosotros entendemos, al menos de quienes somos aficionados, que la lealtad debe ser de por vida. Si hay una porra castigada por la adversidad, en parte por la mala suerte y en parte por algunos malos desempeños, es la de Cruz Azul, es para que la gente llegue y diga al diablo, no voy más al estadio, no veo más futbol, me cambio de equipo, pero la fidelidad es hermosa en la lealtad al equipo. Es algo que realmente conmueve”, agregó el especialista.
América y Cruz Azul no solo comparten el título de equipos grandes, sino también el territorio. Las dos aficiones conviven en la cotidianidad y forman parte del tejido social capitalino y dan vida a una de las grandes rivalidades de nuestro futbol.
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“América viene de los años 20. Fue rápidamente protagonista a partir de 1943, cuando se creó la Liga Profesional en México. Por historia, digamos, tiene más presencia América, pero desde los 70 el Cruz Azul tiene un protagonismo innegable, a veces asociado a frustraciones que son históricas. Magníficas campañas que no fueron coronadas por la obtención del título. Pero tiene un arraigo muy, muy importante”, señaló Candia.