Hace exactamente 13 años, la cirrosis hepática se llevó a un genio alcohólico: el pediatra y armador Sócrates Brasileiro Sampaio de Sousa Vieira de Oliveira, de 1.91 de estatura y poseedor de una elegantísima y letal eficacia para pasar el balón (un don que usufructuaron Junior, Serginho, Zico, Eder, Falcao, Cerezo…).

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Ese fatídico día, el 4 de diciembre de 2011, el Corinthians, equipo en que dejó una huella profunda, logró su quinto campeonato de futbol en Brasil. En el Corinthians, el Doctor Sócrates ganó celebridad por su técnica, pero también por encabezar la Democracia Corintiana, que propugnaba por una más destacada participación de los jugadores en la administración del equipo.

Pero su endiablado juego superó las canchas: también impulsó decididamente el proceso democrático en su país. Solía sostener: “Lo ideal sería un socialismo perfecto, donde todos los hombres tengan los mismos derechos y los mismos deberes. Una concepción del mundo sin poder”.

Jugó en Italia para la Fiorentina y, aunque maravilló al planeta en los Mundiales de 82 y 86, yo no puedo olvidar que, en Guadalajara, en los cuartos de final contra Francia, se tomara la licencia poética de fallar un penalti.

Otro mago, Platini, quizá envidioso de ese permiso lírico, también lo tomó para sí y falló ante la portería brasileña. Ese día, en el mismo estadio, con apenas minutos de diferencia, sucedía lo impensable: dos estrellas le cedían por completo su talento a la fortuna.

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Doctor Sócrates, le agradezco la frase “el vaso de cerveza es mi mejor psicólogo”. Doctor Sócrates, mi remota infancia no deja de brindarle su pertinaz admiración.

Por Víctor Manuel Torres