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9, agosto 2024 - 18:29

┃ Héctor Alfonso Morales

Mexicanos ponen ambiente tras derrota de Marco Verde foto- Juan Davalos

PARÍS.- El mexicano tiene esa capacidad de olvidar rápido lo malo que le pueda pasar. Es una virtud o un defecto como se quiera ver, pero le sirve para sobrevivir cuando ante sus ojos aconteció una debacle. Y si hay alcohol de por medio, mejor. La fiesta fue un pretexto perfecto para olvidarse de la derrota de Marco Verde

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LA DERROTA DE MARCO VERDE GENERÓ MUCHA TRIZTEZA EN LOS MEXICANOS

La derrota de Marco Verde en la final olímpica de boxeo en los 71 kilogramos pegó hondo. Silenció a todos los aficionados tricolores que acudieron a Casa México a ver su pelea por televisión. Caras tristes, algunos con los ojos enrojecidos y lamentos. En cuanto se conoció el veredicto de que el sinaloense se tendría que quedar con la medalla de plata, un murmullo de desazón inundó el lugar.

¿Pero qué más da? ¿Se iba a remediar? No. ¿Se iba a revertir el resultado? Menos. Da tristeza, coraje y decepción? También. Sin embargo, para los mexicanos, la depresión colectiva resulta temporal cuando hay cervezas, tequilas y unos totopos, que se hacen pasar por nachos en París.

Había que ir a donde se venden las bebidas, tomar un sorbo y otro más, hasta pensar que la vida tiene que seguir, por más derrotas que haya en el camino.

Ya una vez envalentonados, los fieles tricolores en Francia, y varios extranjeros, mejor acudieron a la pista de baile de Casa México con el DJ Zapata.

“Ven, ven, ven, animalito, ven”, cantó Caballo Dorado, cuando se trata de su emblemática canción Payaso de Rodeo. Pero en el repertorio nacional, ya también es un clásico Ella Baila Sola de Peso Pluma y, si se es un poco (o mucho) más grande de edad, cualquier canción de Luis Miguel es capaz de prender al público mexicano. La Chona o El Sonidito ponen a bailar a cualquiera, remedio infalible en caso de una desgracia pequeña que acontezca en el camino vital.

Las canciones animosas alegraron los corazones del que cae en desgracia. Cada uno agarró a su pareja para bailar y se quedaron en la pista todo el tiempo que sea posible. Lo único malo es que la alegría no pudo ser eterna, porque la Casa México terminó por cerrar a las 11, cuando la noche aún era demasiado joven para los espíritus fiesteros.

Pero mientras llegaba la hora del cierre, las cervezas y el tequila circularon con singular alegría. Pareciera que esas bebidas nunca tienen fin y el mexicano se ha encargado de que sean eternas en todos los lugares a los que va.

En ese tenor la fiesta siguió. De la derrota de Marco Verde ya nadie se acordaba. Y eso que apenas pasaron unos segundos de ese descalabro del deporte nacional.

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