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25, mayo 2024 - 22:30

┃ Miguel Ángel Mujica

América recibió serenata foto_ Ramon Romero

La noche llegó al sur de la ciudad para hacer más romántico de lo normal el idilio entre América y su serenata. Los cremas se unieron en una fotografía que estará marcada por ser la previa de la gran final ante Cruz Azul.

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La espera fue larga, la gente tuvo que soportar lluvia, amontonamiento y el trabajo policiaco que no fue distinto a otras serenatas, con molestia y sin importarles la seguridad de la gente.

Pese a todo, la gente aguantó con amor por ver a los jugadores. El entrenamiento amarillo fue vespertino y por eso retrasó la planeación de la barra americanista, que calculó que estuvieran de regreso antes de las ocho de la noche y comenzar con la demostración de amor poco después de las nueve.


La llegada del América a su serenata

El transporte amarillo arribó al lugar a las 8:30, la gente pensó por un momento que los futbolistas no les devolverían el gesto, sobre todo porque se comenzó a rumorar que tendrían la cena y poco después irían a sus habitaciones para cerrar la preparación para el juego más importante de la temporada.

La lluvia comenzó a llegar. La gente esperó, su pasión los mantuvo secos, aunque las gotas eran más constantes. Hubo futbolistas que se asomaron desde la ventana del hotel y eso hizo que la gente soñara. Algunos fuegos pirotécnicos comenzaron a tronar, el cántico apretó, la emoción estuvo presente en todos los seguidores.

El ánimo bajó un poco después de media hora. Los más fieles creyeron, otros comenzaron a retirarse del lugar por la falta de transporte y sin la fotografía de sus jugadores. De un segundo a otro, el grito comenzó y se viralizó en milésimas de minutos el claro y conciso “ahí vienen”.


El lugar se convirtió en una verdadera sede de Santa Úrsula. La gente apretó con la garganta, las banderas se ondearon con fuerza, mientras Henry Martín se asomaba desde la puerta principal del inmueble. Santiago Naveda, Igor Lichnovsky, Israel Reyes y Jaivairo Dilrosun siguieron al capitán, mientras que el resto de los jugadores se acomodaron a las espaldas de ellos.

Oculto entre los protagonistas, André Jardine se colocó en un costado, en el que Luis Ángel Malagón lo acompañó y atendieron a los más pequeños del lugar. Muchos lograron sortear el cerco de seguridad, que ni siquiera dejaba entrar el aire, aunque siempre con empujones y con nulo respeto por el aficionado.

Los 150 elementos brillaron por su nula educación y pocos valores. La gente del hotel fue la que se hizo de la vista gorda para que los infantes pudieran cumplir su sueño.

Los cánticos y saltos se apoderaron de los futbolistas, quienes como cualquier hincha, cantaron el famoso “¡Vamos, vamos América, que esta noche, tenemos que ganar!”.

Poco después, se juntaron para una fotografía que mostró su unión con los presentes, antes de retirarse a sus habitaciones y pensar, ahora sí, por completo en la final del futbol mexicano.

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