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22, febrero 2024 - 17:53

┃ José Ángel Rueda

Cruz Azul es una de las tres mejores defensa del Clausura 2024 Foto_Mexsport

Como buen niño rosarino, a medida en la que se fue haciendo consciente de su entorno, Martín Anselmi tuvo que hacerle frente acaso a las dos decisiones más importantes de su vida: el equipo al cual apoyaría todos y cada uno de los días y la manera en la que quería ver el mundo. Las respuestas las encontró en Newell ‘s Old Boys y en el denominado bielsismo. Dos cosas parecidas.

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Si por bielsista se entiende estar relativamente loco, Martin Anselmi apeló a esa condición para cumplir sus sueños. A pesar de que de muy joven intentó ser futbolista, al defender los colores de Ferro Carril Oeste, la vida lo llevó por otros lados. Se matriculó en la universidad para estudiar periodismo y se hacía cargo de una imprenta, con la cual encontraba el sustento, pero algo se escapaba en el concepto de felicidad.

Como buen argentino, al margen de la cotidianidad, Anselmi dedicaba sus días a ver futbol. A la distancia transatlántica seguía las andanzas de Marcelo Bielsa con el Athletic de Bilbao. Los planteamientos atrevidos del “Loco”, que hacía frente a los poderosos con la pura imaginación, potenciada por el orgullo vasco de sus futbolistas, despertaban en el joven las ganas de intentarlo todo. La idea de ser técnico ya rondaba por su mente y había decidido tomar un curso que le diera un primer acercamiento a la táctica.

MARTÍN ANSELMI VENDIÓ A SU MOTO PARA CONOCER A MARCELO BIELSA

Fue entonces que, tras ver un partido de Europa League entre el Athletic y el Manchester United, Anselmi protagonizó una de sus mayores locuras. “Me emocionó tanto ese duelo que ahí decidí que tenía que viajar desde Argentina a Bilbao para ver la final de la Copa del Rey que los de Bielsa jugaron esa temporada contra el Barcelona de Pep Guardiola. El problema era que para pagar el pasaje necesitaba vender mi moto. Hubo que elegir, y opté por el viaje”, revela el entrenador, en un texto publicado a través de The Coaches’ voice.

En el viaje, Anselmi tuvo la oportunidad de cenar con Bielsa y aprender algunos conceptos que más adelante serían fundamentales en su estilo de juego. Pero fue sobre todo el comprobar que la imaginación no tiene límites lo que lo impulsó a cumplir su sueño de dirigir.

Obsesionado por el análisis de videos y la preparación previa antes de cualquier guerra, el estilo atrevido de Anselmi tiene sus orígenes en su etapa con Excursionistas, un club de juveniles con el cual tuvo la oportunidad de probar algunos de sus conceptos. El entrenador cuenta que debían entrenar en un parque y una vez ganada la batalla con los perros y sus dueños hacían ejercicios que eran grabados por su esposa, en lo alto de un árbol. Con el paso de los años, esas técnicas evolucionaron a un intenso uso de los datos y las variables.

EL NACIMIENTO DE SU ESTILO DE JUEGO

El ímpetu del entrenador en ciernes lo llevó a formar parte de algunos cuerpos técnicos con los cuales fue forjando su personalidad. Anselmi destaca la estadía en Independiente junto a Gabriel Milito, aquel defensor central que conoció de cerca los conceptos del Barcelona de Guardiola.

“Milito me dio la posibilidad de trabajar por primera vez en el fútbol profesional. También me abrió mucho la cabeza. A mí me gustaba el fútbol posicional, y él había jugado cinco años en la madre del futbol posicional: el Barcelona de Guardiola. Venía con todo eso vivido desde adentro y charlar con Gabi el día a día y ver cómo planificaba los partidos era un poco como estar con Guardiola”, revela.

Anselmi evolucionó de asistente a entrenador, un proceso de años y que no siempre fue exitoso. Entre sus influencias también está la del español Miguel Ángel Ramírez, con quien triunfó en el futbol ecuatoriano. “Conocer a Miguel y a Independiente, es un antes y un después en mi carrera como entrenador. Con él aprendí a ser mejor líder y persona”.

Los primeros meses de Anselmi al frente del Cruz Azul son la suma de todos esos momentos. Un técnico que nunca ejerció el periodismo, pero que comunica sus ideas como si escribiera un texto. Un obsesivo de la posesión de la pelota y la invención de los espacios. El estratega que prepara y analiza a su rival como si se tratara de una guerra.

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