Con la tecnología de Google Traductor

Mira

22, mayo 2023 - 6:00

┃ Juan Antonio Dávalos

Roberto Gómez Junco celebró de forma eufórica / Foto: Mexsport

Roberto Gómez Junco corrió eufórico a festejar el tercer gol de Chivas que le permitía al equipo amarrar el boleto a la final de la temporada 1982-83. El cuadro rojiblanco aparecía como víctima ante un poderoso América que presumía ser invencible y que durante la semana se había burlado del equipo tapatío. Todo terminó en una batalla campal.

Tal vez te interese: Norberto Outes asegura que en Argentina respetan al América: “se conoce como un poderoso”

Decían que tenían la final asegurada, que no éramos un rival importante y eso nos calentó”, recuerda el ahora comentarista de ESPN quien asegura que no se arrepiente de haber gritado el tercer tanto del Rebaño que le pemitía revertir el marcador ya que la semifinal de ida, en el estadio Jalisco, la perdieron 2-1 y en la vuelta el triunfo fue tapatío 3-0 lo que dejó fuera a los entonces dirigidos por Carlos Reinoso.

Nunca pensó que dicho festejo armaría una pelea campal aquél 22 de mayo de 1983, hace 40 años, una batalla que quedó registrada como la peor en la historia del Clásico Nacional. “Las declaraciones de la gente en América después de que ganaron el partido de ida eran de menosprecio. Decían que el partido era de trámite, no éramos un rival para ellos. Recuerdo haber platicado con Demetrio Madero y Sergio Lugo. Entre nosotros tres comentábamos que América iba a llegar a la final, pero que le iba a salir caro porque cada jugador que nos topáramos queríamos enviarle el mensaje de que probablemente no iba a jugar esa final porque no se lo íbamos a permitir”.

El partido, desde los primeros minutos, inició intenso y, conforme avanzó el mismo, se le salió de control al árbitro Edgardo Codesal. “Sí creo que se le escapó de las manos, pero no por él, fue un partido muy ríspido. Nosotros queríamos enviarle el mensaje a los americanistas de que ‘ustedes serán un equipazo y van a estar en la final, pero van a llegar muy maltratados’. Así lo hicimos pero nunca por instrucciones del técnico Alberto Guerra”.

“Cuando cae ese tercero, después de que le doy el pase al Sammy Rivas que la prendió muy bien, sabíamos que se acababa. Yo salgo a festejar hacia ese costado mío, por el lado izquierdo, ahí estaba la banca de América. Sinceramente no me di cuenta, sólo vi cuando salieron ocho o nueve en contra mía y me empezaron a pegar”.

“Yo lo que hice fue protegerme. Me puse en posición de boxeador en plan de defensa y amenazando con tirar golpes, pero la verdad es que no tiré ninguno y ni siquiera sé boxear. No tiré ningún golpe, ninguna patada, y tampoco recibí ninguna, lo único que sentí fue como un rasguño en la espalda y nada más. Cuando ellos se dan cuenta que son muchos en contra mía y ven que son ventajosos, se empiezan a alejar a otras zonas de la cancha. Es cuando se generaliza la bronca”.

En las imágenes se observa al portero Estéfano Rodríguez porta una macana que le quitó a uno de los policías para golpear a los americanistas. Eduardo de la Torre, después de pegarle a un jugador de las Águilas, fue golpeado por Alfredo Tena. José Gutiérrez pateó a Mario Trejo, mientras que Yayo le dio un puntapié a Batata.

En la trifulca se vieron involucrados la mayoría de los jugadores y cuerpo técnico. La policía intervino para calmar los ánimos. La terna arbitral decidió dejar la cancha mientras que los jugadores de Chivas salieron resguardados al vestidor.

¿Gómez Junco se arrepiente de provocar la batalla campal?

“Sí hay fotografías de entonces en los periódicos en donde yo estoy festejando. Simplemente así me nació, era desahogar muchas cosas, todo lo que habíamos vivido días antes. Fue un momento muy importante porque vencimos al América que había roto todos los récords y que aparecía como favorito sobre nosotros”.

Recibe vía WhatsApp todas nuestras noticias deportivas, manda la palabra ALTA en este enlace

“No me expulsaron, pero después me enteré que no iba a poder jugar la final. Me quedé con las ganas de jugarla, en ese sentido me arrepentí, pero del festejo en sí no me arrepiento. Me perdono a mí mismo porque yo tenía 27 años, es algo que no haría en este momento y es algo que no recomiendo hacer”.

“Hablamos de otros tiempos también. Ahorita cualquier festejo que incite a la violencia es mucho más delicado y mucho más grave porque los tiempos son muy diferentes, entonces, me perdono a mí mismo porque era muy joven y no sabía las consecuencias que iba a traer”, sentencia.