2, abril 2023 - 6:00
La Arena Coliseo cumle 80 años de existir. FOTO: Cortesía CMLL
Coliseo, la palabra que apela a las grandes batallas, a las estatuas gigantes. El nombre de la Arena construida en el número 77 de la calle Perú, y que abrió sus puertas hace 80 años, algo tuvo de profético; no solo es su forma circular ni sus gradas vertiginosas, a merced de lo ocurre en el centro de todo, sino la mística que ha convertido a la Coliseo en la catedral del boxeo y de la lucha libre en la capital mexicana.
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Era el 2 de abril de 1943 y Don Salvador Lutteroth veía cristalizado su sueño con la función entre el Tarzán López y el Santo, en lo que marcaba el inicio de una época. Seis años antes, un incendio en la histórica Arena Nacional había dejado al Distrito Federal sin un escenario digno para sus batallas. La efervescencia por el boxeo y la lucha libre convirtieron al país en un semillero inagotable de ídolos, pero hacía falta un lugar dónde verlos.
La visión del empresario hizo de la suerte un destino. Un billete de la Lotería Nacional ganador sería el inicio de todo. Algo había que hacer con los 40 mil pesos que conformaban el premio, entonces construyó una arena.
Don Salvador eligió el centro de la ciudad para edificar el recinto. No fue una casualidad. “Según las crónicas, la Arena fue colocada ahí, en Perú 77, para dar impulso al boxeo, porque Tepito era un semillero inagotable. Les quedaba ahí, casi enfrente, muy cerca de la Lagunilla”, recordó José Luis Camarillo, periodista especializado en boxeo.
Aunque por fuera parece todo, menos una arena, un letrero en vertical de fondo rojo y letras blancas anuncia el Coliseo, casi como una provocación. Lo cuadrado de sus paredes contrasta con la forma circular que imponen sus gradas, un diseño qué, según se cuenta, el arquitecto Francisco Bullman creó inspirado en el Olympic Auditorium de Los Ángeles.
Un mes después de aquella primera lucha entre Tarzán López y el Santo en la que el “Enmascarado de Plata” resultó perdedor, ante el asombro del público, se celebró la primera pelea de boxeo entre Ernesto Aguilar y Leonardo López. A partir de entonces, la Arena Coliseo se convirtió en el lugar recurrente de los aficionados al boxeo y a la lucha libre. Las filas en la calle de Perú eran extensas, y las aceras una verbena, con los tacos de tripa y los dulces y las palomitas.
Eran tiempos fervorosos, esos en los que los espectadores llenaban los gimnasios para ver entrenar a sus ídolos, que colmaban las arenas, que las señoras, desde el hogar, prendían veladoras para procurar la salud del “Ratón” Macías, cuyas andanzas se seguían a través de la radio, hasta que llegaba el grito que alertaba a la cuadra la alegría nueva: “ganó el Ratón, ganó el Ratón”.
Eso era afuera, en las calles, porque adentro, el público férreo miraba las peleas, los miércoles y los sábados, a veces sentado en las butacas coloridas, y a veces de pié, cuando el round lo ameritaba, y la profecía cantada por Don Alfredo Adam, por Don Antonio Padilla y por el “Chalano” Aguilar se cumplía, y todo aquello que anunciaban por los altoparlantes minutos antes de las peleas pasaba y el “peleyón” era eso, un verdadero “peleyón”.
Ese público que miraba las “peleas de botana” y aventaba monedas y billetes a los boxeadores que libraban su suerte en cuatro rounds, hasta que llegaban los estelares. “Eran fiestas, todo el mundo aplaudiendo a su boxeador favorito, desde los preliminares, de cuatro rounds, estamos hablando de miércoles y sábados, para que tú llegaras a ser estelar de sábado tenías que ganartelo siendo estelar en miércoles, y así empezaron todos los grandes ídolos”, recuerda Camarillo.
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En el mítico ring de la Arena Coliseo pelearon los grandes. De ahí salió Raúl “Ratón” Macías, consagrado en los “Guantes de Oro”, Rubén “Púas” Olivares, “Toluco” López, “Kid Azteca”, “Mantequilla Nápoles”, “Pajarito” Moreno, Carlos Zárate, Alfonso Zamora, Ricardo “Finito” López.
Si se habla de lucha libre, en el ring del “Embudo de Perú 77” se libraron batallas memorables, como aquella entre el Santo y Black Shadow, en 1953, con victoria para el “Enmascarado de Plata”, en una de las rivalidades más grandes de las que se tenga memoria. Combatió también Blue Demon y prácticamente todas las leyendas, como una procesión que solo al pasar por el sitio sagrado se siente en paz.