A poco más de 4800 kilómetros de España, en el lujoso estadio Rey Fahd de Arabia Saudita, Barcelona y Real Madrid definieron la Supercopa de España, ese torneo que suele dar poco más que una alegría al que gana, pero que tiene el poder de desatar tormentas en el que pierde. El equipo de Xavi firmó un partido memorable para llevarse un categórico triunfo de 3-1 sobre el odiado rival, y de paso abrir su vitrina como técnico.

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Como si el grito de Xavi Hernández durante la prórroga ante el Betis donde animaba a los suyos a no quedarse parados, a pelear por el título, sea cual sea su denominación, el Barcelona salió más intenso, más concentrado, con más ganas de inaugurar la vitrina de su técnico.

El estratega sabía lo que se jugaba y decidió mover ficha en la pizarra, con Frenkie y Busquets como pilares del mediocampo y con Gavi y Pedri como dos demonios sueltos, tan comprometidos en la marca como en el proceso creativo. No tardó mucho el cuadro culé en inclinar la cancha, en un dominio que por momentos logró vulnerar las férreas líneas defensivas merengues, cuyo arnés de seguridad está en belga y se llama Courtois.

El arquero, en lo que ya es una costumbre, se vistió de héroe pasados los 12 minutos. Robert Lewandowski encontró posición de disparo y sacó un fierrazo abajo, colocado, pero Courtois sacó una mano salvadora para mandar el balón al palo derecho, como para asentar el milagro. En el golpe de adrenalina, el Real Madrid tuvo una leve reacción que cerca estuvo de darle la ventaja, tras una buena jugada colectiva que terminó con un cabezazo de Benzema al segundo palo que se fue apenas desviado.

El Barcelona, que se ha pasado la temporada sacando ventajas para después perderlas, cumplió con la primera parte del guión. Pasada la media hora llegó el gol que abrió el marcador. Producto de la presión alta, Busquets robó un balón en la salida que en apenas segundos le llegó a Lewandowski, el polaco oteó el panorama y tocó al la llegada de Gavi. El mediocampista, disfrazado de extremo, controló bien y definió ante la salida de Courtois para marcar el primero.

Con la ventaja, una ligera duda invadió al Barcelona, marcado por la historia reciente, los goles en contra que a veces le caen sin demasiado aviso, pero la historia en Arabia era otra, y en un guiño del destino, el cuadro culé amplió la ventaja al filo del descanso. Los protagonistas fueron los mismos, pero con el rol cambiado, es decir, Gavi habilitó a Lewandowski, quien definió casi bajo el marco, una de las pocas formas de vencer a Courtois.

El Barcelona apeló a su esencia para controlar el complemento. Si en la primera mitad el peligro llegó con la presión alta, el cuadro culé buscó controlar el balón y meterle vértigo al encuentro en la zona final. La estrategia rindió frutos, no tanto al ataque, aunque Dembélé y Lewandowski se enfrentaron con Courtois en el mano a mano sin poder ampliar la renta, pero sí en el control de las acciones.

El Real Madrid buscó en el complemento el espacio que pudiera dar lugar a su épica. un balón largo que potenciara el peligro de Vinicius, un rebote que Benzema pudiera mandar al fondo, pero el bloque culé nunca cedió esa posibilidad, bien aplicado en la marca. El tercero cayó como un balde helado para el Real Madrid, tras otro robo en la zona de seguridad, Lewandowski buscó en el espacio a Gavi, que a pesar de su cara de niño juega como el más experimentado, entonces puso un centro que cruzó toda el área y llegó a los piés de Pedri, quien definió una vez más con el marco vacío, ya sin la custodia del belga.

Cuando el partido se terminaba y en la banca azulgrana la ansiedad por escuchar el silbatazo final no hacía más que crecer, Benzema puso el descuento, más por orgullo, como para acentuar la distancia.

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