JAVIER JUÁREZ

Foto: Ramón Romero

Enviados

Cuántos fueron, no existe la cifra exacta, fueron miles de rojinegros los que se reunieron para observar en una pantalla gigante el partido en la glorieta de Niños Héroes, luego, la celebración del bicampeonato.

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Ir a ese sitio se convirtió en costumbre, primero en diciembre del año pasado y luego en la presente Liguilla tras cada etapa superada.

Los primeros datos arrojan a seis mil asistentes, pero en el transcurso de la madrugada esa cifra creció.

Los que estuvieron desde el inicio pasaron del sufrimiento a la felicidad, los dos goles de los Tuzos silenciaron un instantr a los asistentes. Pachuca se acercó en el marcador y aparecieron los rostros de incertidumbre.

A pesar de la distancia la gente reclamó los penaltis, las faltas, protestó la tarjeta roja a Aníbal Chalá, todo como si estuvieran en el estadio Hidalgo.

La emoción regresó tras el gol de penalti de Julio Furch, los aficionados saltaron, aplaudieron y aventaron espuma.

Luego de eso los minutos fueron tensos, los presentes comenzaron a rezar, a mirar al cielo.

Luego del nerviosismo llegó el final del juego. En ese instante todos gritaron, brincaron e incluso hubo llanto, papás abrazados con sus hijos, amigos dándose la mano.

La gente que estaba hasta adelante se brincó las vallas de seguridad y se puso a bailar frente a la pantalla gigante. Nadie intervino.

En ese momento apareció una intensa lluvia, Tláloc llegó para mirar los festejos rojinegros.

La tormenta dispersó a la gente, todos corrieron a refugiarse en los puestos cercanos.

El mal clima provocó que se cancelara un espectáculo de drones.

Mucha gente se fue, pero llegaron miles de personas más para celebrar el bicampeonato rojinegro. Ya no tardaron 70 años en ganar, ahora fueron seis meses. Ir a la glorieta se hizo costumbre.

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