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Mira

7, marzo 2022 - 11:58

┃ Miguel Enriquez

Galls

Foto: Mexsport

La violencia en los estadios de futbol no es un tema que apenas comience, de hecho es algo que en latinoamérica se ha dado, desafortunadamente, de forma común. La pasión por el deporte se confunde y se ve rebasada por pseudoaficionados que pasan de alentar a su equipo a agredir sin límites a quienes simple y sencillamente apoyan al contrario. Los grupos de animación se han convertido en bombas de tiempo y, pese a que parece difícil erradicarlos, algunos países han logrado detener el problema.

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Ante lo ocurrido el pasado sábado en la cancha del estadio Corregidora, donde aficionados de Querétaro y Atlas se enfrascaron en una gresca como quizá nunca en la historia del futbol mexicano había ocurrido, el presidente de la Liga MX, Mikel Arriola, aseguró que no se permitirá el acceso como visitantes de las barras, pero que no se van a erradicar las mismas.

Problemas similares ocurrieron en Argentina, cuando la violencia sobrepasó lo deportivo y en 2006 decidieron que la afición visitante tendría que reservarse el derecho de ir a los juegos de su equipo fuera de casa, pocas semanas después se contrajo dicha decisión y en 2013 tuvo que refrendarse, ya que en cotejo entre Estudiantes y Lanús, un aficionado murió por impacto de bala de goma.

Los ingleses fuero más radicales. Tras ver su futbol manchado por violencia en la década de los 90, establecieron leyes que imponían cárcel a quienes portaran armas, participaran en conatos de bronca y una prohibición de por vida para ingresar a los inmuebles donde el deporte se disputara. Además, se credencializó a los aficionados y se enumeraron todas las butacas.

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