Después de una noche de locura, Ben Roethlisberger ingresó al emparrillado para poner la rodilla en el césped. El gesto no sólo certificó la victoria 26-14 sobre los Browns, la cual le permite a los Steelers mantenerse en la lucha por un lugar en los playoffs, sino que también significó la despedida del mariscal de campo del Heinz Field, ese estadio que fue su casa durante 18 temporadas. El adiós fue digno del tamaño de su leyenda.

Los Steelers saltaron motivados al emparrillado. La noche lo ameritaba. Más allá de que la defensiva ha estado lejos de su mejor versión, ante los Browns dieron uno de los mejores partidos de la campaña. La muralla de acero prácticamente borró a la ofensiva de Cleveland, que no encontró nunca la forma de mover el ovoide; ni siquiera Chubb pudo marcar diferencias por tierra. Por si fuera poco, la línea batalló para proteger a Mayfield, quien fue capturado hasta en nueve ocasiones. Un abuso.

Pittsburgh aprovechó la pesadilla de los Browns para imponer condiciones. Su actuación a la ofensiva estuvo lejos de ser espectacular, pero fue suficiente. “Big Ben” pudo despedirse de su gente con un touchdown, en un pase que encontró a Diontae Johnson, su principal arma durante la temporada.

Ante el poco brillo por aire, los Steelers encontraron la forma de correr el ovoide. El corredor novato Najee Harris registró 188 yardas. Sus carreras fueron fundamentales para acercarle el ovoide al pateador Chris Boswell, que redondeó la noche con cuatro goles de campo.

Los Browns, inoperantes la mayor parte de la noche, lograron meterle cierto nervio al encuentro con touchdowns de David Njoku y Harrison Bryant, sin embargo, Najee Harris puso hielo al encuentro con una escapada que terminó en las diagonales. El touchdown final permitió a “Big Ben” mirar al cielo en una noche redonda. Todos lo abrazaron y le agradecieron.