José Ángel Rueda

Foto: Etzel Espinosa | Mexsport

Como si fuera un palenque, Vicente Fernández tomó el micrófono y subió al escenario. Tantas veces lo había hecho antes, pero esa ocasión era especial. Apenas se escucharon las primeras notas, los espectadores que colmaron el entonces nuevo estadio de las Chivas para presenciar la inauguración de los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011, se entregaron al “Charro de Huentitán”.

“Voz de la guitarra mía, al despertar la mañana”, fue lo primero que se escuchó, con su tradicional tono, acompañado por las notas del mariachi Vargas de Tecalitlán. El “Chente” se veía contento, siempre fue un gran apasionado de los deportes y la fiesta panamericana estaba en pleno.

“México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido, y que me traigan a ti”, cantaba el Rey del mariachi, en un recorrido por la cultura popular mexicana, potenciado por su voz.

La puesta en escena fue espectacular, digna del evento. Alrededor del cantante las bailarinas del ballet de Guadalajara danzaban con sus trajes típicos y los sombreros de charro se acumulaban detrás de “Chente”.

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El punto más álgido de su interpretación llegó con Guadalajara, Guadalajara, precedido por la entrada de los caballos. La ciudad, con alma de provinciana, vibró con las notas altas de uno de sus hijos pródigos.

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La interpretación duró apenas unos minutos, contrario a lo que hubiera querido Vicente, con esa ley de cantar mientras los aplausos sigan cayendo desde la grada. El último de los mariachis inauguró la fiesta deportiva panamericana, sus voz inconfundible aún siena en el estadio de las Chivas, su equipo querido.

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