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2, noviembre 2021 - 18:20

┃ José Ángel Rueda

Checo Pérez

José Ángel Rueda

Foto: Especial

La manera en la que Sergio Pérez suele correr tiene algo de metáfora. El mexicano es capaz de interpretar distintos roles dentro de la pista; lo mismo acelera y alcanza o acelera y escapa, impidiendo el rebase al multi campeón del mundo, ante el asombro de quien observa. La vida del piloto se entiende a través de esos pequeños instantes; la carrera no ha sido fácil, pero de alguna forma siempre ha logrado encontrar el camino.

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A pesar de que hoy Checo ocupa en Red Bull uno de los asientos más prestigiosos de la Fórmula 1, la historia, como buena carrera, ha tenido sus altas y bajas. Muy pocos saben, por ejemplo, que el piloto tapatío, antes de cumplir su sueño en el Gran Circo, tuvo que preparar pasteles para sobrevivir.

Era el 2005, Checo apenas 14 años, de los cuales nueve los había dedicado al automovilismo. Aunque era un niño, el pequeño Pérez disfrutaba del vértigo de la velocidad arriba de los karts. Su talento siempre lo ponía frente al volante, pero era el carácter y el arrojo lo que lo mantenían en el camino. A pesar de su juventud, la madurez y la autocrítica le fueron abriendo las puertas. El tapatío siempre quería más.

Entonces, conforme el profesionalismo le exigía nuevos sacrificios, el piloto tapatío buscó su oportunidad en Europa. El mexicano viajó a Alemania para competir en la Fórmula BMW. Sólo tenía el boleto de ida y algunos dólares a su disposición, pero nada más, en realidad había pocas cosas seguras.

Checo batallaba con el idioma y el dinero no alcanzaba para pagar el alquiler. Paso por varios hoteles donde los camioneros descasaban algunas horas y luego segían su camino, hasta que la líder del equipo 4 Speed Media quiso ayudarlo, y le ofreció resguardo en su restaurante. El piloto mexicano llevaba una doble vida. Entre semana, ayudaba a preparar pasteles, mientras que los fines los dedicaba a alimentar el sueño del piloto.

El propio Checo cuenta cómo fueron esos días. “El restaurante era muy lindo, estaba en medio del pueblo y al menos podía estar con gente, estaba muy feliz de estar ahí. Viví con un cocinero”, reconoce el mexicano en un video publicado por Red Bull. “Me daba hambre a la mitad de la noche. Sabía dónde estaba la comida, así que comía pollo con papas, o algo de pasta, y el cocinero no estaba feliz de tenerme ahí”.

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Aunque quiso rendirse, el mexicano aguantó gracias al apoyo de su familia. Desde chico había fortalecido la resiliencia, en aquellos caminos mexicanos que Pérez recorría con su padre y con su hermano para llegar a las carreras. Había veces que debían dormir ahí porque no alcanzaba para el hotel.

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Al poco tiempo, Checo se fue a Inglaterra, donde se convirtió en el campeón más joven de la Fórmula 3 británica. El piloto mexicano nunca más pisó el freno, pasó por la Serie GP2, hasta que finalmente llegó a la Fórmula 1, con la escudería Sauber. Después llegó McLaren, y luego Force India y Racing Point, y en el 2020 Red Bull le dio el volante de un auto que siempre soñó. El mexicano ha logrado cuatro podios con los Toros. Un primer lugar y tres terceros. Ha estado arriba y ha estado abajo, pero de esas cosas ha surgido una mística, la de nunca rendirse.

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“Cuando pienso y reflexiono en lo que he logrado, hasta donde llegué, fui muy afortunado con mi carrera en la Fórmula 1. Todo empezó como un proyecto loco de un niño loco, llamando gente a las 4:00 horas sin hablar inglés. Estoy increíblemente orgulloso de ese niño”, cerró Pérez.

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