Conforme pasan los meses, el término de lavado de dinero surge cada vez con más fuerza en el futbol mexicano. Los 114 mil millones de pesos que genera la industria por año encendieron las alarmas en la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), organismo que desde septiembre del 2019 firmó un convenio con la Federación Mexicana de Futbol (FMF) para investigar a los equipos de la Liga MX.

Tras meses de investigación, la UIF perfila un modelo de riesgo con el cual pretende detectar actividades ilícitas dentro del futbol mexicano. Son dos los factores que están en el radar. El primero involucra la procedencia de los recursos, mientras que el segundo apunta a la forma en la que se reportan las ganancias al Sistema de Administración Tributaria. Las investigaciones siguen su curso.

El lavado de dinero, sin embargo, no es nuevo en el Futbol Mexicano. A los largo de los años se han hecho públicas las historias que apuntan a la presencia de organizaciones criminales al frente algunos equipos. Caso concreto del Irapuato, quien en el 2003 se vio inmerso en una auténtica trama de película en la que incluso su estadio, el Sergio León Chávez, fue secuestrado por algunas horas. O los Gallos Blancos de Querétaro, quienes, ante lo turbio de varias de sus directivas, a modo de rescate, pasó a manos de la Federación Mexicana de Futbol.

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