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17, mayo 2020 - 8:00

┃ José Luis Camarillo

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En el boxeo no existe enemigo pequeño, es una frase que desconocían tres grandes campeones de peso completo, considerados invencibles en su tiempo y que cayeron destronados por adversarios cuya peligrosidad menospreciaron.

 

Tres hombres con récords que no asustaban a nadie: James J. Braddock (su nombre de ring), James ‘Buster’ Douglas y Andy Ruiz, produjeron acontecimientos que estremecieron al mundo del pugilismo en dos siglos diferentes, en las que han sido las más grandes sorpresas de todos los tiempos en la llamada división de los mastodontes Los monarcas caídos fueron, respectivamente, Max Baer, Mike Tyson y Anthony Joshua, en hechos inopinados que hicieron recordar lo logrado por David contra Goliat.

El mote original de Hombre Cenicienta (Cinderella Man) le fue impuesto a James Walter Braddock, un peleador neoyorquino que parecía destinado a terminar su vida como cargador en los muelles, e incluso esa posibilidad le fue parcialmente vedada porque se había quebrado una mano y difícilmente podía competir con otros jornaleros que pedían el trabajo a gritos en la era de la Gran Depresión en Estados Unidos.Braddock debió recurrir a la ayuda federal como desempleado porque hasta los que se decían sus mejores amigos se negaron a hacerle un préstamo, al ser comunes los tropiezos en el cuadrilátero frente a escasas victorias. Dos de sus victimarios, Lou Scozza y Tom Patrick, acumulaban 37 reveses entre ambos.

 

Campeaba en los rings de aquel entonces, la década de los 30, un súper campeón reconocido por la NBA y la Comisión de Nueva York llamado Max Baer, cuya leyenda había crecido al punto de que se decía que le fracturó el cráneo a dos de sus oponentes. Su tamaño era impresionante y contrastaba con el físico modesto, aunque fuerte, de Braddock.

 

Baer, que subía con la estrella de David en su calzoncillo, también tenía la boca muy grande y alardeaba de su superioridad, con lo que la mayoría de sus rivales arribaban intimidados o el espíritu disminuido. Eso no ocurrió con James Walter Braddock, cuyo puño sanó en forma extraordinaria y gracias a su habilidad pudo hilar una serie de éxitos que lo instalaron como retador de Baer. La noche del 13 de junio de 1935 en el Madison Square Garden Bowl de Long Island, Nueva York, un inspirado Braddock, con 25 derrotas a cuestas a cambio de 50 éxitos y siete empates, le planteó a Max una pelea que nunca esperó.

 

Ante el asombro general, un agresivo Braddock, más rápido de manos, resistió los mejores golpes de Baer mientras lo hacía blanco de toda clase de impactos. Al término de los 15 desgastantes episodios la decisión a favor del Hombre Cenicienta fue un mero trámite. Habían quedado atrás los años de sufrimiento para Braddock. A sus 30 años de edad, recién cumplidos, podía enfilarse hacia una vida promisoria.

 

La hazaña de James J. Braddock fue evocada en la película Cinderella Man (2005), protagonizada por Russell Crowe y Renée Zellweger, conocida en México como El Luchador. Braddock gozó de su fama por dos años seguidos, sin volver a subir al entarimado. Reapareció el 22 de junio de 1937 en el Comiskey Park de Chicago nada menos que contra el Bombardero Café, Joe Louis, quien lo puso fuera de combate en ocho rounds. Louis pasó a convertirse en un increíble campeón pesado que sumó 25 defensas consecutivas, una marca que permanece indeleble hasta nuestros días.

 

Douglas terminó con “el mundo invencible” de Tyson

Mike Tyson era el campeón universal indiscutido de peso completo cuando llegó a su cita con su ignoto compatriota estadounidense James Douglas, apodado ‘Buster’, quien se presentaba además con el pesar del fallecimiento de su madre, acaecido tres semanas antes. James había heredado la pasión por el boxeo de su padre, el ex púgil profesional William Douglas. No había apuestas. Mike era súper favorito, 43-1. El comentarista de HBO había expresado: “Esta pelea está terminada antes de empezar”.

 

El 11 de febrero de 1990, el público que llenó el Tokyo Dome de la capital japonesa presenció azorado como el personaje conocido como “el hombre más malo del planeta” y que llegaba con marca de 37-0, 33 noqueados, caía bajo los puños de Douglas en el décimo episodio. La victoria de James fue más dramática porque Tyson lo había puesto en la lona en una ocasión, dos capítulos antes.

 

El final fue estrujante, con Tyson en el piso y la mirada perdida, incapaz de coordinar sus movimientos. Había recogido del piso el protector que perdió con el impacto postrero y lo mordía sin poder acomodárselo correctamente. Su reinado se desmoronaba ante un contrincante que llegó a esa crucial cita con cuatro derrotas, tres de éstas por nocaut, a cambio de 28 victorias.

 

El réferi fue el mexicano Octavio Meyrán, quien de pronto se convirtió en objeto de las fuertes protestas de Don King. El estrafalario promotor lo acusaba de haber aplicado “una cuenta larga” a Buster y permitirle recobrarse en el octavo asalto. Hasta la fecha, Meyrán sostiene haber hecho lo correcto.

 

ALARMA NO ESCUCHADA

Greg Page, un ex monarca mundial pesado que era sparring habitual de Tyson y boxeaba con él en los días previos a “la debacle de Tokio”, había dado una especie de aviso al poner en la lona a Iron Mike en su sesión de guanteo del 8 de febrero. Pero si bien la fotografía de Mike derribado circuló por todo el orbe, se le dio poca importancia, al considerarse que podía ser una estrategia de Don King para aumentar el interés en una contienda “en la que todo mundo sabía quién iba a ganar”.

 

Pero Tyson llegó a ese compromiso en pésimas condiciones físicas. Para entonces ya se había embolsado más de 200 millones de dólares y había cometido toda clase de excentricidades, como comprarse varios tigres de bengala para su casa o estrellar autos de lujo, además de involucrarse en fuertes problemas sentimentales. Como si de una maldición se tratase, Douglas se convirtió en flor de un día como dueño del trono absoluto de los completos (WBC, WBA e IBF). En su siguiente contienda fue noqueado en tres rounds por Evander Holyfield, el 25 de octubre de 1990 en el hotel The Mirage de Las Vegas.

 

Tras su revés contra Holyfield, el voluntarioso Buster se retiró por más de un lustro. James regresó en 1996 para hacer una campaña sin mayor trascendencia que abarcó ocho éxitos y un tropiezo, y colgó los guantes en 1999. Tyson no dejaba de ser Tyson. Reconstruyó su carrera y recuperó la corona mundial de la WBA contra el británico Frank Bruno, pero no tardó en perderla al protagonizar dos combates sucesivos (1996 y 1997) contra su bestia negra, Evander Holyfield, al que arrancó un pedazo de oreja en la revancha, en uno de los más tristes episodios del boxeo.

Andy Ruiz comprobó que no hay imposibles

Desde niño, Andy ‘Destroyer’ Ruiz se ponía los guantes bajo la supervisión de su padre, un mexicalense que le heredó el nombre. No obstante haber visto la primera luz en Imperial Valley, California, Andy es considerado muy nuestro, ya que fue parte de la Selección de México de boxeo amateur en competencias internacionales, aunque no pudo calificar para los Juegos Olímpicos de 2008 en Beijing.

 

Quién iba a pensar que una década más tarde, ‘ese gordito’ se convertiría en el primer campeón mundial de origen mexicano (y de paso, con tres cintos: WBA, WBO e IBF). Las imágenes de un peleador con sobrepeso, con marcadas ‘llantas’ en la cintura que daba saltos de júbilo en la lona del Madison Square Garden, dieron la vuelta al planeta. Era la noche del 1 de junio de 2019, cuando Andy ‘Destroyer’ Ruiz tumbó cuatro veces y noqueó técnicamente en siete asaltos al inglés Anthony Joshua, un púgil notablemente más alto que él, de físico hercúleo, que presentaba una impecable marca de 22-0, 21 triturados

Dillian Whyte arremete contra Andy Ruiz

Andy subió como reemplazo del retador original, Jarrell ‘Big Baby’ Miller, que había sido suspendido por doping. Si bien Ruiz había tenido acción y triunfado por nocaut en cinco rounds contra Alexander Dimitrenko el 20 de abril en Carson, California, se estimaba que seis semanas no eran suficientes para la preparación tan especial que demandaba un desafío contra un gran monarca de la talla del británico Anthony Joshua.

 

Ni un experto en guiones, de esos que ponen al público al borde del infarto, hubiese sido capaz de escribir algo tan dramático como fue mirar a Ruiz levantarse de una estrepitosa caída contra el gigante inglés en el tercer round, para regresar con un poder descomunal y a su vez propinar dos derribes a Joshua en ese mismo episodio. La conclusión vendría en la séptima ronda, cuando, en minuto y medio, el europeo ya había caído otras dos veces. Se levantó, descorazonado, confundido, y sostenido por uno de sus guantes de una cuerda. Joshua ya no respondió a la pregunta del réferi de si podía continuar en el combate y en ese momento se escribió uno de los episodios más felices y extraordinarios en la historia del boxeo mexicano.

La transmisión fue seguida por millones de mexicanos en televisión abierta. Fue muy comentada la manera en que JC Chávez, en su papel de comentarista, festejó al máximo como un aficionado más ante las pantallas en las instalaciones de TV Azteca. Sin embargo, al igual que el Hombre Cenicienta James Braddock y Buster Douglas, Andy no duró como campeón y “devolvió” las coronas a Joshua el 7 de diciembre de 2019 en Arabia Saudita. Un Andy lento, producto de los kilos de más que acumuló, no pudo ‘encontrar’ a su ágil adversario, que con base en una táctica perfecta lo superó por clarísima decisión en 12 rounds.

 

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