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Mira

15, marzo 2020 - 8:51

┃ Rubén Beristáin

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Fotos: Luis Garduño

La niñez de un ser humano siempre es influenciada, ya sea para bien o para mal. Los padres buscan la manera de inculcar valores, enseñanzas y hacer a sus hijos a imagen y semejanza. En la mayoría de ocasiones los niños siguen sus pasos… en otras no tanto.

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La afición por un equipo de futbol no está exento a esa regla. Roberto Alvarado es de familia americanista y de pequeño le inculcaron los colores azulcremas, los portó por obediencia, pero él tenía otros planes a futuro. “Mis papás sí le iban al América, ellos te inculcan un equipo y por seguirlos les haces caso en ver los partidos y en que te pongas la playera”, platicó con una sonrisa al Diario de los Deportistas.

El volante de La Máquina es un amante del futbol, pero un auténtico profesional en todo el sentido de la palabra. Cuando debutó, se olvidó de pasiones y creo un compromiso especial con cada institución que podría representar. Le pasó en Celaya, Pachuca y hasta en Necaxa, pero todo cambió hasta que llegó a La Noria a sus 19 años. En ese momento se sintió como en casa y se enamoró del azul celeste. “Cuando empecé a jugar, todo eso que me inculcaron se me fue olvidando. Le fui agarrando el amor a Celaya porque estuve seis años ahí. Pero a la fecha puedo decir que siempre voy a ser de Cruz Azul, porque me identifiqué con los colores y con la institución que hoy represento. Por ahí dicen que ser celeste es una forma de vida y así me pasa”, expresó Alvarado con un claro gesto de satisfacción, mientras besaba el escudo cementero.

Eso sí, el americanismo le dejó un ídolo y el responsable de su mote. Durante el tiempo que veía a las Águilas por televisión, cuando tenía entre seis y diez años, se fijó en un hombre en especial con el número ‘7’ en la espalda. El argentino Claudio López lo maravilló y se autonombró como hoy el mundo futbolístico lo conoce. “Mi apodo es por el Piojo López. Me gustaba como jugaba, era zurdo, habilidoso y muy rápido. Cuando tenía ocho años, mi papá mandó a hacer los uniformes para el equipo donde estaba y me preguntó el nombre que le iba a poner, le dije que le pusiera Piojo Alvarado porque desde ese momento fue mi ídolo y se me quedó”, indicó con felicidad. “A mi familia siempre les ha gustado el futbol. Cuando ponían los partidos yo los veía y me identifiqué con él porque era muy bueno, me gustó mucho, por eso fue mi figura a seguir”, finalizó.

NOVENA ESTRELLA

“Cuando me dicen la novena me da mucha motivación de hacer las cosas bien, de exigirme al máximo en Cruz Azul para ganar esa ansiada estrella que la afición tanto quiere. Sí me veo como campeón y quiero serlo”

 

MEXICANO EN CRUZ AZUL

“Lo he logrado con mucha disciplina, esfuerzo, con las ganas de venir todos los días muy motivado a entrenar. Los mexicanos nos hacemos ideas en la cabeza, de porque traen a un extranjero, vamos a estar en la banca, pero en mi caso, pienso que al que traigan debo dar mi máximo, hacer las cosas bien, eso me ha dado para tener minutos”

 

 SE SIENTE AZUL

“A pesar de no ser formado en la institución ya me siento de casa. Desde el primer día que llegué aquí me recibieron muy bien, tanto el equipo como la afición y todos los que forman parte de ella}, si me siento de casa”

 

IR AL VIEJO CONTINENTE

“Es uno de mis sueños, ir a Europa ya como un jugador consolidado y después de ser campeón con este equipo. Es algo que he soñado desde que entrené allá (en Manchester City y Leicester), espero algún día cumplir ese anhelo en mi vida”

A Piojo lo marcó la final perdida

 

Han pasado 15 meses y Roberto Alvarado no olvida esa noche. El 16 de diciembre del 2018 es una fecha que nunca dejará de lado en su carrera por la forma en la que sufrió al estar muy cerca de conseguir la novena estrella para La Máquina, pero las Águilas del América se lo impidieron y el sueño quedó frustrado.

El Piojo hace memoria y recuerda aquella fatídica final y de inmediato su voz se quiebra.

Me marcó mucho esa final. Cruz Azul era favorito, todos pensaban que íbamos a ganar, yo pensaba lo mismo, sí me dolió, no esperaba que perdiéramos. A lo mejor mucha gente piensa que los futbolistas no sentimos ni lloramos, pero después de ese partido sí me puse mal, sí lloré, sí me quedé frustrado por todo lo que habíamos hecho en el torneo, llegar a la final y perderla ante América sí me hizo sentir pésimo”, expresó al tiempo que lanzó una clara advertencia. “Ahora quiero disputar otra final y esta vez ser campeón”, decretó, mientras formaba un corazón, tal y como festeja.

Roberto Carlos, nombre que lleva gracias al famoso cantante brasileño, también ha vivido buenos momentos ante los azulcremas. Apenas el torneo pasado, los cementeros le propinaron una goleada histórica a su acérrimo rival y espera repetirlo hoy por la noche, en un estadio Azteca desolado.

“Para mí es un partido más, pero el Clásico Joven siempre es vivir esa rivalidad que te hace exigirte de más, que te hace dar el cien, siempre quieres anotarle gol al América. A todos les gusta jugar contra equipos de ese nivel. Tenemos que hacer que la afición se sienta bien y poder sacar un triunfo por ellos”, afirmó.

Alvarado vivirá un duelo especial contra Sebastián Córdova, ambos jóvenes y de grandes habilidades, que pueden ser protagonistas en el Clásico. “Qué mejor que enfrentarme con compañeros de la Selección como él. Es un gran jugador, tiene unas cualidades impresionantes. Competir contra él y un equipo como América siempre es algo bueno, son partidos bonitos, donde dejas todo en la cancha”, cerró.

Es el orgullo de Salamanca

 

La carrera del Piojo cementero ha sido meteórica. Debutó a los 15 años en el Ascenso MX con Celaya, en Primera División lo hizo a los 17 con Pachuca y tan sólo dos años después, sus habilidades lo llevaron a uno de los clubes más grandes del futbol mexicano.

Roberto es humilde, siempre lo ha sido. En su natal Salamanca, Guanajuato es ídolo y el orgullo de la región y así planea seguir. “Me siento orgulloso de ser un ejemplo para los demás, para los niños, porque siempre escucho que quieren ser como yo cuando sean grandes. Esa es una motivación extra para mí, el ver a la gente de mi ciudad que me apoya y que siempre están al pendiente de mí. Quiero seguir avanzando y ser todavía más conocido en varios lugares y representar a mi Salamanca querido”, expresó con gran orgullo.

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La vida de Alvarado no ha sido nada fácil. Para cumplir su sueño, soportó falta de recursos y problemas familiares. Pero el joven supo salir adelante y eso le pone un mérito extra para lo que ha logrado hasta ahora.

“Todo jugador ha tenido complicaciones y tropiezos para llegar lejos. En mi caso no ha sido la excepción, a mis papás les costó batallar económicamente cuando me tenían que dar para los pasajes, no era tan lejos de Salamanca a Celaya, pero al final sí le lucharon. Eso fue lo más complicado para llegar a donde estoy, pero todo su esfuerzo ha valido la pena”, expresó.

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