Uno de los clásicos más pasionales del futbol mexicano vivirá una nueva edición (123) en la Sultana del Norte. La rivalidad regia cada vez se acrecenta y es un duelo que ya no pasa desapercibido, gracias a los grandes cotejos que regalan cada que se enfrentan y a las millonarias plantillas que los representan. Eso lo convierte en un partido atractivo para cualquier aficionado, sea norteño o no.

Este en específico tendrá varias rachas que pueden romperse y todo dependerá de Tigres. Son tres en total.

La primera es la “maldición” que tienen cuando enfrentan a Monterrey en fase regular. Los felinos no han podido ganar en el estadio BBVA desde su creación. De hecho, son siete años consecutivos que no logran vencer a La Pandilla en su territorio. La última vez que lo hicieron fue el 3 de noviembre del 2012 en la jornada 16 del Apertura 2016. Un tanto de Alan Pulido fue suficiente para el triunfo visitante, todavía en el estadio Tecnológico. Desde entonces se han enfrentado en seis ocasiones más y los universitarios no pueden en la casa rayada con un saldo de tres derrotas y un trío de empates.

Es cierto que en Liguilla es otra historia e incluso ya dieron una vuelta olímpica en ese recinto, pero en temporada regular continúa siendo la tarea pendiente.

La jornada pasada, los felinos perdieron de forma sorpresiva en el Universitario ante Puebla (0-1) y fue resultado que no tenían presupuestado. Son ya seis partidos sin ganar en Liga con un saldo de cinco empates y una derrota, situación que ya los tiene fuera de zona de Liguilla. Por si fuera poco, el francés André-Pierre Gignac anda con la pólvora mojada y suma 607 minutos sin gol. Pero ante los albiazules querrá despertar.

Monterrey querrá ser el villano de la historia. A pesar de que hace algunas semanas se pensó en la destitución de Diego Alonso de la dirección técnica, hoy el uruguayo está más firme que nunca. Pero una derrota ante Tigres podría ponerle fin a su etapa con Monterrey y la guillotina de la Liga MX cortaría la séptima cabeza. Los Rayados quieren una semana casi perfecta y la satisfacción de aumentar las rachas negativas de su archirrival.