BERLÍN, Alemania.- La atención del domingo en la Berlinale estuvo enfocada, como se esperaba, en la entrega de los prestigiados premios británicos Bafta. En el festival que entra ya a la recta final sigue impresionando el número de las películas dirigidas por mujeres y tratando temas femeninos.
La primera semana del certamen terminó con tres películas más de estas características, destacando desde lejos y colocándose entre lo mejor hasta ahora la producción de Macedonia del Norte Dios existe y se llama Petrunya donde la realizadora Teona Mitevska ofrece el potente retrato de una chica quien se enfrenta a los machos de su pueblo y las costumbres que afectan la vida de las mujeres, cuando se atreve a participar en una ceremonia religiosa estrictamente reservada a los varones.
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Religión, estado, autoridades, actitudes sociales retrogradas están en la mira de la realizadora/co-guionista, en un filme que debería encontrarse entre los premiados el sábado próximo.
Aunque de menor alcance, resultaron también interesantes dos producciones en lengua alemana, igualmente en competición. Se trata de la austríaca El piso bajo mis pies de Marie Kreutzer y la alemana Rompiendo el sistema dirigida por Nora Fingscheidt, que narran respectivamente, el tema de una mujer que trata de combinar su carrera profesional con su vida íntima y de una niña rebelde, de actitud problemática a la que la sociedad no es capaz de atender de una manera eficaz y positiva.
De las otras dos películas en competición, me temo que las reseñas no podrían ser positivas, aunque por detrás de ellas se encuentran cineastas de renombre y de trayectoria conocida, quienes regresan a la Berlinale con sus últimos filmes.
El realizador alemán de origen turco Fatih Akin, Oso de Oro en 2004 en la Berlinale por De frente con la cabeza (Head On) y Globo de Oro en 2017 por In the fade, estrenó el muy esperado Guante de Oro, en el que recrea el caso real de un asesino serial, que mataba a las mujeres que encontraba en un bar de mala suerte en la ciudad de Hamburgo en la década de los 90.
Ambientada en una contexto de clase lumpen, la película podría ser, al igual que en las del finado y gran cineasta alemán Reiner Werner Fassbinder, el reflejo de la situación social y política de la época.
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Sin embargo, esto no ocurre aquí, a raíz de la opción de Akin de centrarse en los actos del asesino, minimizando el contexto en el que se desarolla la acción. Lo que a fin de cuentas lleva uno a preguntarse el por qué y si de veras valía la pena que la película se realizara. Mi punto de vista es la de un rotundo ¡no!
En cuanto a Mr. Jones de la prolífica cineasta polaca Agnieszka Holand, quien lleva una exitosa carrera en Europa y en los EU, la directora malgasta un tema interesante a propósito de una realización de juegos estilísticos propios de las exitosas series televisivas que ha rodado y que en este caso restan fuerza a la historia real del periodista británico Gareth Jones, quien se aventuró en los años 30 en la Unión Soviética para reportar sobre la política de Stalin, conocida como Holodomor y que consistía en dejar a los ucranianos morir de hambre, llevando sus cosechas de grano a Moscú para su abastecimiento.