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25, abril 2017 - 9:34

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POR EUGENIO DÍAZ

La industria de la construcción significa uno de los pilares en la actividad económica del país. Mercado con características de oligopolio, al haber pocas empresas, existe la posibilidad de que se coludan, tratando de cerrar caminos a competidores, manteniendo márgenes de utilidad altos, de los más altos a nivel mundial.

La Cruz Azul, es la tercera cementera más grande del país, detrás de Cemex y de la suiza Holcim Apasco, con un 14% del mercado aproximadamente.

Desde afuera, parece que la empresa se encuentra sólida en sus finanzas, sólida como el cemento que vende, pero como ha sucedido en otros casos similares, en otras instituciones, en otras empresas, no han logrado emular el éxito institucional, el éxito corporativo en la cancha de juego.

No solamente es la distancia, cada vez más grande, entre el club y los trofeos, los títulos. Hablamos también, de inversiones importantes tiradas a la basura. Al comprar caro, con sobre precio, ligando esta situación a los fracasos deportivos, se termina por mal vender los activos, sí, a los futbolistas, teniendo que pagarles en algunos casos una buena parte de su sueldo “Inflado”, para que jueguen en otro lado, o de plano, dejándolos libres con tal de ya no pagarles el salario.

Da la impresión, desde afuera, que el equipo de futbol, no está alineado con la filosofía, los principios, valores, estructura, procesos, con el rigor financiero de la cementera, cuya operación y resultados son óptimos.

Esa gestión de élite de la cementera, le permite seguir gastando en el equipo de futbol, herramienta, brazo comercial de la marca Cruz Azul; sí, del cemento y sus productos.
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No se sabe si son los intereses, la autoridad delegada, el manejo de “negocio familiar” y no corporativo que es lo que corresponde.

La productividad sobre inversión, es mala, muy mala, sobre todo en los últimos tres años, en donde casualmente, surge la figura del hijo de Billy Álvarez.

Como se sabe, y por estatuto, el presidente de la cementera es, en automático, el presidente del equipo. Mientras esto no cambie, el conflicto parece no tiene fin.

La gran duda surge en referencia al origen del error, o por lo menos, de algunas de las causas más allá de las comentadas.

La última palabra la tiene el presidente, queda claro, pero en qué parte del proceso se pierde casi todo; los valores, las políticas y procedimientos adecuados, los candados, los controles; en qué momento se deja de visorear, de escautear, de viajar a conocer a los probables refuerzos, de checar en diferentes bases de datos el pasado y presente de los jugadores, sin promotores de por medio, sin recomendaciones, sin la necesidad de quedar bien con nada ni nadie.

Para una inversión de millones de dólares, hay que revisarle hasta las muelas al jugador, que no tenga caries que propician desgarros; conocer a su familia, a sus amigos, saber de sus hábitos, de sus hobbies, de su origen, de sus vicios, de sus aspiraciones.

Antes de contratar a un futbolista, hay que decirle qué espera uno de él, quiénes serán sus compañeros, qué espera el técnico de él, en qué posición jugará preferencialmente.

Antes de contratar a un futbolista, hay que hablarle de la grandeza de Cruz Azul, de la cementera, de la cooperativa, de la altura de la ciudad de México, de lo complicada que es la Liga por las distancias, por los diferentes climas, humedades y altitudes.

Pero no sólo hay conflicto con las decisiones en cuanto a los futbolistas. En Cruz Azul, también ha habido demasiados cambios en la gerencia deportiva y dirección técnica, sin que el rumbo cambie. No olvidemos aquí un principio de la administración de todos los tiempos: “la autoridad se delega, y la responsabilidad se comparte”.

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Cuando no se tienen todas las variables resultas, difícil resolver la fórmula, el acertijo en el que se ha convertido el Cruz Azul; parecería que no hay exigencia.

Hace ya algunos años, se intentó copiar el modelo estructural del Real Madrid sin obtener los resultados deseados. Y es que el organigrama, sin procesos, reglas de operación, perfiles, gobierno, planes y programas, estrategias, de nada sirve.

Como estrategia comercial y mercadológica, el equipo de futbol funciona perfectamente a la cementera, cuya presencia en los diferentes medios y plataformas es constante, a un costo, aparentemente, aceptable.

En el modelo de negocios mundial actual, tener estadio propio resultado indispensable para detonar los ingresos de los clubes. El proyecto tan sonado y mencionado de Cruz Azul, no parece ser viable y factible por el momento, pese a que detrás de él está una cementera. Con los resultados actuales, el costo del futbol (en teoría aceptable por la plataforma brazo mercadológico publicitario de la cementera), todo indica que el superávit de la cooperativa (y sus dos empresas SA), será destinado a una nueva planta, la quinta del grupo. Si lo que deja es el cemento, y de muy buena calidad por cierto, cemento se hará, quedando el nuevo estadio en pausa, lo que obliga al equipo a mudarse el próximo año al estadio Azteca (termina contrato con inmueble actual).

El éxito o fracaso de un equipo de futbol, comienza en los escritorios, en la gestión de la empresa, en la gestión del plantel. Es de llamar la atención cómo un grupo que lleva años dentro de la industria, no domine una metodología; que desde la desaparición de los torneos largos (un año), no le toma la medida a los torneos cortos.

Un directivo no se equivoca cuando corre a un entrenador o jugador, se equivoca cuando lo contrata. Las piezas en Cruz Azul, simplemente, no encajan.