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7, febrero 2017 - 21:05

┃ Guillermo Martínez

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POR GUILLERMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ

No conoce lo que es un entrenamiento, pero ha conquistado al mundo a través de las carreras de larga distancia.

No habla mucho, pero sus pies ha recorrido distintos escenarios donde ha logrado estar en los primeros lugares, además conquistado la admiración de miles de personas que llegan a presenciar su carrera.

Humilde pero feliz es Silvino Cubesare, descendiente de los rarámuris de la Sierra Tarahumara, quien además de cultivar el maíz, frijol y sus chivas, corre sobre las montañas y las Barrancas del Cobre en su natal Chihuahua, antes de que salga el sol y hasta que llega la oscuridad.

Un libro cuenta su historia y la de sus comunidades: “Nacidos para correr”.

Pero él no lo ha leído, además no recibe regalías.

“Me dedico a trabajar, llevó a pastar a los animales en las montañas, sobre veredas y barrancas. Tengo cuatro hijos, a tres les gusta el deporte. Vivo bien porque he ganado algunos maratones. Pero lo invierto en la educación de mis hijos. No fui a la escuela, solo me he dedicado a correr y hasta que me invitaron a competir comencé a ganar premios económicos”.

Taparrabos, camisas de manga larga y colores fuertes, pies desnudos protegidos por huaraches, es la vestimenta de Silvino. Cuando hace frío en las alturas de la sierra, baja con su familia hasta el fondo de la barranca, a 600 metros de altitud, donde tiene una pequeña choza donde se refugia y logran calentarse.

Piel cobriza y pequeño de estatura. No es sorprendente que haya ganado maratones y sea de los mejores corredores de su comunidad, al haber logrado hasta 160 kilómetros en menos de 15 horas.

La primera vez que viajó en avión fue a Australia.

“Fue gracioso estar arriba por muchas horas, cuando de pequeño los veía y siempre me preguntaba cómo es que volaban. Salir al mundo es conocer muchas cosas, pero nada de eso me ha hecho cambiar. Siempre seré orgullosamente un rarámuri”.

Su nombre es temido en competencias de España, Austria, Costa Rica y Estados Unidos, porque ahí siempre alcanza podio, además de que cuando viajan a esos sitios venden utensilios de sus tradiciones como huaraches, camisas de colores, gorras, pelotas de madera.

“Nos va bien porque nos traemos un dinero que utilizamos para nuestras familias que son quienes fabrican a mano las prendas. Pero lo importante es que damos a conocer nuestras tradiciones de las que se quedan admirados. Por eso nos invitan a sus competencias, para conocer más de nosotros”.